Benylú Garcia dirigente de fundación Benylu, durante la entrega de alimentos |
Eduardo Muñoz-Diario “El Valle”
Y es que aquí, en la parada
conocida como “Cárcel de Mujeres”, en la mera entrada a la Ciudad de México, se
observa claramente por dónde arriban. Unos van llegando por la autopista México
Puebla; otros por la federal y miles más por la libre México Veracruz. Vienen
caminando desde Puebla, Tlaxcala, Morelos e incluso desde Veracruz y Tabasco.
Muchos de ellos llevan
plasmada la imagen de la Virgen Morena en la espalda, otros cargan estatuas de
un metro de altura, mientras que algunos -la mayoría-, solo llevan consigo
bultos de cobijas y una muda de zapatos viejos, desdentados y sanguinolentos.
Sin embargo, los peregrinos
que van a ver a la Virgen no están solos en su travesía. A lo largo de las
carreteras se encuentran apostados cientos de católicos benefactores que han
dispuesto mesas enormes donde se acumulan tortas, tacos de bistec, de pollo,
huevo hervido y carne deshebrada.
En el camino la hidratación es
constante. Mecenas que cumplen mandas obsequian agua embotellada, jugo de
naranja, galletas, sándwiches, platos con arroz y longaniza con papas. La
abundancia se observa por doquier.
Los que llegan en bicicleta
también son acogidos. Sin bajarse del vehículo, incluso a gran velocidad, son
proveídos de agua, refrescos y naranjas.
Otros van corriendo por la
carretera. Llevan antorchas encendidas, y después de un tramo los relevan sus
compañeros. Se notan alegres y no tienen prisa por llegar al Tepeyac.
Además, aquí en la parada de
“Cárcel”, una institución de beneficencia instaló casas de campaña con grandes
letreros que rezan: Punto de Hidratación, Asistencia Médica, Bodega, Taller de
Bicicletas. También hay una ambulancia de la Cruz Roja y “cerros” de madera, la
cual será incinerada durante la madrugada del día 11, para calentar los cuerpos
de los andantes.
Muchos peregrinos se acercan a
la carpa del paramédico y piden auxilio. Sus pies sangran sin remedio. Los
acuestan en una colchoneta y les vendan las extremidades.
Otros descansan en el
camellón, agotadísimos. La mitad duerme una siesta vespertina para reponer
fuerzas, pues de aquí a la Basílica de Guadalupe todavía faltan 50 kilómetros.
“¿Por qué hacen esto?”,
pregunta el reportero. Y la respuesta no se hace esperar: “Porque la Virgen nos
ayuda a salir adelante con nuestros hijos, con el esposo, con la escuela, con
el trabajo. Si se le pide con fervor, ella se apiada de nosotros”.
Para los fieles, mirar unos
momentos a la Emperatriz de América es más que suficiente para volver con la fe
renovada y el espíritu fortalecido. El sufrimiento del camino se compensa,
dicen, con la luz que emana de la Virgen milagrosa.
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