Aquellos que 4 sexenios atrás
se rasgaban las vestiduras porque, según su leal saber y entender, Carlos
Salinas había entregado la soberanía nacional, son hoy los más entusiastas
exigentes de que el Tratado persista
Por Juan Bustillos - febrero 1, 2017 9541
Por fin entró al baile Carlos
Salinas, el que sabe bailar y compuso la melodía; es decir, el culpable, según
Donald Trump, del déficit de 60 mil millones de dólares en el comercio de Estados
Unidos con México.
En otras palabras, el
responsable de que los mexicanos nos hayamos apoderado de los empleos que los
pobres norteamericanos no encuentran.
Vaya, el que vio la cara a
gringos y canadienses.
La realidad es que el Tratado
de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, ha sido y sigue siendo
crucial en la vida contemporánea de nuestro país.
El 19 de noviembre de 1993 el
Congreso norteamericano lo aprobó y 9 días después el PRI destapó a Luis
Donaldo Colosio como su candidato presidencial.
Como si fuera poca
coincidencia, en la madrugada del día en que entró en vigor, el 1 de enero de
1994, apareció el subcomandante Marcos en Chiapas declarando la guerra al
gobierno del Presidente Salinas y al Ejército Mexicano.
Hoy la irrupción de Trump en
la escena mundial, pero en especial en las relaciones diplomáticas y
comerciales de México con Estados Unidos, amenaza con matizar nuestro presente
y futuro inmediato.
En este contexto, Carlos
Salinas acaba de dar a Trump un curso intensivo de TLC en una colaboración para
el lanzamiento del blog de la London School of Economics and Political Science
sobre América Latina y el Caribe.
Lo menos que le dijo fue que
“la competitividad no puede ser alcanzada por medio de gestos paternalistas a
los trabajadores, ataques autócratas a ciertas firmas, o deshonrando a socios
vitales en el comercio internacional”.
El Presidente de Estados
Unidos sabe mucho de negocios, pero del Tratado sabe mucho más el ex Presidente
mexicano.
Valen la pena sus datos:
“…cada dólar de bienes mexicanos exportados contiene 40 centavos de
importaciones estadounidenses, lo cual se traduce en más empleos. Alrededor de
siete millones de empleos en Estados Unidos y tres millones de trabajos en
México dependen de esta intensa relación comercial”.
Uno más: “Nadie ha sostenido
de manera alta y clara que, pese a la desindustrialización que se produce en
las principales economías mundiales, entre los diez estados de Estados Unidos
que han obtenido la mayoría de los puestos de trabajo a raíz del TLCAN se
encuentran precisamente aquellos dentro del Cinturón de Óxido: Ohio, Michigan y
Pennsylvania”.
Es de imaginar la reacción de
Trump a la incursión de Salinas; dado su estilo y a falta de argumentos para
contestarle o sostener un debate razonado con el ex Presidente mexicano, es de
esperar que lo cubra de adjetivos y acusaciones sin sentido ni fundamento.
Pero también es previsible
que, con el tiempo le ocurrirá lo que a los viejos enemigos mexicanos del
Tratado; es decir, aquellos que 4 sexenios atrás se rasgaban las vestiduras
porque, según su leal saber y entender, Salinas había entregado la soberanía
nacional, son hoy los más entusiastas exigentes de que el Tratado persista.
Lo dicho, el tiempo coloca a
cada quien en su lugar, pero Carlos debe saber que colgó el cascabel en la cola
del gato.