PACHUCA, HIDALGO. Los
mexicanos sabemos cuándo y por qué nos brota espontanea nuestra unidad
nacional. Somos de tal manera libres, que muchos de los temas sociales los
llevamos al terreno de la broma y al exceso de la burla y la picardía.
Miles, por no decir decenas de
miles de extranjeros que nos visitan se enamoran de nuestro país, obvio, y de
su gente por esa nuestra manera de ser; seguramente en esa apertura e
informalismo es donde se encuentra el meollo de ese ambiente que los hace
quedarse en nuestro país o repetir sus estancias.
Cuántas veces hemos escuchado
frases que sintetizamos en la expresión: “no se qué tiene México, que me hace
quererlo, admirarlo y vivirlo”.
Ahora con las expresiones y
acciones agresivas del presidente estadounidense, Donald Trump, han brotado
espontaneas toda clase de muestras de solidaridad, desde las personas que
conforman los grupos homogéneos y a la vez de los más diversos conglomerados,
como las que se singularizan por sus actividades o liderazgos y no se diga de las
que ostentan poder o representatividad gubernamental.
Sin embargo, como se dice de
común: “de todo hay en la viña del señor”. Este odio sin sentido y sin razón
contra México y los mexicanos, que ha sido punta de lanza de campaña y ahora de
gobierno del magnate presidente, obtuvo el beneplácito que se convirtió en
votos de ese segmento, que abarca casi la mitad de los estadounidenses y que se
quedó anquilosado en el complejo de superioridad y en su manifestación
primitiva del racismo a ultranza.
México ha recibido la
solidaridad casi mundial, sino no fuera por dos sujetos con poder, pero ambos
representantes de esos sectores de la ultraderecha, que por fortuna no
representan el sentir de sus pueblos.
Nos referimos al primer
ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, quien en su cuenta de twitter escribió:
“Gran éxito, Gran Idea”, en referencia a la amenaza de Trump de construir un
muro en la frontera con México. Es el mismo sujeto que cuando Barack Obama
gobernaba la gran potencia, después de que su nación por cerca de 50 años apoyó
a Estados Unidos en su embargo económico a Cuba, se abstuvo en la última
votación en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, ONU.
A tal grado es el bochorno de la posición lacayuna de Netanyahu que la comunidad
judía de México se desligó de las declaraciones del gobernante israelí.
El otro, con menos
representación, pero igual de peligroso, es el presidente de España, Mariano
Rajoy, éste más rajón, como lo hemos calificado con anterioridad, se limitó a no
apoyar a México en su diferendo no con Estados Unidos, sino con el millonario
que se hizo del poder de la gran potencia mundial. El Partido Socialista Obrero
Español, PSOE, no sólo apoyó a México, además le exigió a Rajoy que salga
“enérgicamente en defensa de México” y promueva una cumbre de la Unión Europea
en ese sentido y concretó con una advertencia a Trump: “No vamos a consentir
trato de desprecio a ningún país amigo de España de la Unión Europea, empezando
por México.
La unidad nacional mexicana es
nuestra fuerza vital, misma que con la solidaridad de los pueblos y gobiernos
del mundo, erigirán el muro virtual para enfrentar el de la ignominia, del
abuso y del absurdo.