En un ambiente generalizado de
pegarle, por cualquier razón, válida o no, al Presidente Enrique Peña Nieto,
nosotros nos colocamos en la disidencia y seguimos considerando que no se
equivocó al invitar a Donald Trump a México. Baste decir que en su esperado
discurso en Arizona, después de su visita a la Residencia Oficial de Los Pinos,
cuando menos no insistió en expulsar de Estados Unidos, en caso de llegar a la
Casa Blanca, a más de once millones de mexicanos. No es poca cosa.
Por ello, reproducimos las razones que expone Peña Nieto para tomar
la decisión de haber invitado al xenófobo y mentiroso consuetudinario, quien
sin escrúpulo alguno alteró, en su discurso, todo lo relacionado en su
encuentro con Peña Nieto.
Esta es la explicación del
Jefe del Ejecutivo Mexicano, que titula: ¿Para qué me reuní con Donald Trump?,
y precisa: “Mi prioridad como Presidente es proteger a los mexicanos, abogar
por sus derechos, defender su vida y su dignidad en donde quiera que estén.
“El Gobierno mexicano ha
observado atentamente y con absoluto respeto el proceso electoral en Estados
Unidos. Ambos candidatos tienen la posibilidad de ocupar la presidencia de los
Estados Unidos y es mi responsabilidad, como mandatario, trabajar con quien
resulte electo.
“El diálogo es un principio
básico de la democracia; por eso, el viernes pasado invité a ambos candidatos a
un encuentro para conversar sobre nuestra relación bilateral. A esta
invitación, obedeció la presencia del señor Trump en México, quien fue el
primero en aceptarla.
“Es importante reunirse con
ambos candidatos, pero lo era más aún con el Sr. Trump, porque hay cosas que él
debía saber en voz del Presidente de México, empezando por el sentir de los
mexicanos. Es por eso, que en nuestro encuentro le hice saber tres cosas.
“Primero, fui muy claro -en
público y en privado-, en enfatizar que en México nos sentimos agraviados y
dolidos por sus pronunciamientos sobre los mexicanos. Le expresé que merecemos
respeto, que somos gente honesta y trabajadora, que valoramos a la familia y la
cultura del esfuerzo. México y Estados Unidos somos más que vecinos: somos
socios y somos aliados. En sus discursos de campaña, Trump no nos ha tratado ni
como socios, ni como aliados, a partir de una visión distorsionada de México y
su gente. Por eso era importante hablar con él y aclarar que cualquier colaboración
futura para fortalecer la relación entre ambos países, debe partir del respeto
mutuo. La reacción de Donald Trump fue positiva. Estoy convencido de que cuanto
más grandes son las diferencias, más se necesita del diálogo.
“En segundo lugar, era fundamental
poner en su justa dimensión la importancia que tiene México para los Estados
Unidos. Que sepa de primera mano que diariamente circulan por la frontera más
de un millón de personas y 400 mil vehículos. Que el comercio entre ambos
países supera los 500 mil millones de dólares al año. Que la economía mexicana
está íntimamente relacionada con la estadounidense. Si a los Estados Unidos le
va bien, a México le va bien. Estados Unidos exporta más de 200 mil millones de
dólares anuales a México y más de seis millones de empleos de estadounidenses
dependen de esas exportaciones.
“Y, tercero, le referí que la
frontera es un desafío conjunto que requiere un enfoque de corresponsabilidad.
Desde los Estados Unidos llegan ilegalmente armas y millones de dólares que
fortalecen a las organizaciones criminales. Esas armas y ese dinero, producto
de las ganancias que obtienen los cárteles del consumo de drogas en Estados
Unidos, generan violencia en nuestro país y eso debe frenarse. En mi
conversación con Trump sobre la frontera, también fui muy claro: México no
pagará por ningún muro.”
Sé que me enfrentó al deporte
de moda: pegarle al Presidente, más allá de los intereses electorales
adelantados. Lo que se antoja es analizar con serenidad lo ocurrido; después
del discurso de Arizona, el candidato republicano confirmó que es un gran
mentiroso y un traidor a la bonhomía de Peña Nieto. Estos especímenes existen a
pesar de la buenas intenciones de la gente de bien. Lo de la chamaqueada es
propaganda electorera adelantada.