A María Magdalena Moreira, una
joven wichí de16 años de Miraflores, Chaco, la mató Facundo David Narciso,
criollo de 20 años, y la enterró en el patio de su casa.
Por Luciana Mignoli
Yo no me acostumbro al feminicidio.
Sí, ya sé. Hay uno cada día o
más. Y ni hablar de los travesticidios, que apenas llegan a la prensa.
Hoy le tocó a una joven wichí.
María Magdalena Moreira, 16 años, Miraflores, Chaco. Hermana de Ariel Sánchez,
enorme luchador indígena del Consejo de Recuperación Territorial (CRT).
Me enciendo de indignación al
ver los medios que publican con mucho cuidado la cara tapada del femicida
confeso, Facundo David Narciso, de 20 años, criollo.
“Femicida detenido” escriben,
pero cuidan con recelo su imagen y borronean su rostro.
En cambio, no demoran ni un
segundo en estigmatizar a la familia de la víctima que -según los medios- tardó
en hacer la denuncia. Claro -pienso yo- ¿cómo la familia wichí va a confiar en
las mismas fuerzas que día a día los hostiga, demarca, encierra, desaloja y
reprime? El propio Ariel nos contaba hace unos días en un seminario sobre
Genocidio Indígena en Resistencia cómo era ser indígena y vivir constantemente
amenazado.
“Hace cinco meses Facundo
Narciso pegaba y arrancaba dos dientes de la boca de María y se sacaba fotos
golpeándola. Nadie hizo nada. La denuncia de nada sirvió”. Así de crudo es el
comunicado del CRT de Miraflores, que ayer difundía la búsqueda de María, quien
hoy apareció enterrada en el fondo de la casa de su ex pareja.
¿Qué más van a hacer los
medios? ¿Van a investigar la vida de la víctima? ¿Dirán que era una fanática de
los boliches? No creo. Ella era una indígena de monte adentro, ni siquiera será
“merecedora” de esos tratamientos periodísticos detestables.
“¿Y qué ocurrirá ahora? Lo de
siempre, un cuerpo al que apenas podremos despedir. Una justicia que algo hará
y mucho dejará por hacer y una sociedad que con suerte apenas, dibujará una
carita de dolor y llanto en su pantalla.
“¿Será noticia de primera
plana? No. ¿Se la llorará, se la pensará, se la sentirá dolor? No. No porque es
aborigen y wichí. Porque cuando oscura es tu piel, oscura parece será tu
muerte, tu dolor, tu historia”, dice el Consejo de Recuperación Territorial.
Miro la imagen de María
Magdalena, sus rasgos, su piel, sus ojos… Pienso en sus sueños que ya no podrán
ser. Pienso en ese territorio que ya no habitará.
Me duele la panza. Y sé que a
muchas personas también. Aquel genocidio indígena negado que se actualiza y se
cruza con la cara más brutal del patriarcado.
Yo no me acostumbro al feminicidio.
Y al racismo, tampoco.
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