Los connotados centralistas de
México, aquellos que siempre que se presenta un conflicto local en alguna
entidad piden de inmediato la participación del gobierno federal para
resolverlo, son los que se desgarran hoy la vestidura ante el anuncio de terminar
con el derroche presupuestario que significan miles de “delegaciones federales”
que existen en el país, considerando que cuando menos son más de 50 por cada
entidad, que multiplicadas suman bastante y no realizan su labor federalista
para las que fueron creadas.
Primero los delegados eran de
Gobernación que laboraban siempre en un segundo plano en cada estado, con el
fin de coadyuvar en la gobernabilidad y el desarrollo de los municipios de esa
entidad, cuidando que hubiera el menor número de conflictos políticos y
sociales y resolverlos desde ahí mismo.
Después se desató la furia de
las delegaciones por cada dependencia federal en las entidades, para colocar
ahí a amigos, compadres y colegas políticos que no tuvieron cabida en alguna
administración, para evitar que las fuerzas vivas que algunos controlan se
tornaran adverso al gobierno local o desde esa región incitaran contra el
gobierno federal, y publiciten su imagen.
Por eso hemos visto toda clase
de políticos ocupando esos puestos, muchos de ellos incluso que no son de la
entidad, pero palomeados por el gobernador en turno, como lo instituyó Fox en
su gobierno. Recientemente se habló mucho del delegado de la SCT en Morelos,
que no conoce nada del ramo, pero lo promovió el gobierno federal para que se
construyera el paso del socavón como se conoce ya el tramo de la carretera
federal que se hundió quitando dos vidas y cuyos responsables gozan de
impunidad.
O bien, son de ese estado,
afines al gobierno en turno para que no hagan nada sino simplemente sean
asistentes del gobernador, ejemplo el Estado de México: Juan Manuel Martínez
Nava de la Secretaría del Trabajo; Eduardo Gazca Pliego de la Sagarpa; José
Luís Velasco Lino de Economía; Adrián Torres en Sedatu; Roberto Cervantes en
SCT; Alejandro Carmona en SEP, y así podríamos revisar los nombres de todos los
delegados federales actuales o los que han estado antes de ellos en la entidad
natal del presidente de la república, o en otras como Sonora donde son 52 los
delegados federales y hasta se reúnen para hacer fiesta común cada año con la
gobernadora, ¿quién paga?, nosotros los mexicanos.
No hay duda de que el derroche
de recursos de la Nación es tal que, ninguno de los delegados federales atiende
los asuntos de su competencia, de otra manera los mexicanos afectados por sus
malas acciones y políticas no tuvieran que viajar a la capital del país, para
demandar solución y congestionar las vialidades de la ciudad ante ineficaces
representantes del gobierno federal.
Para nadie es un secreto que
en lo que va del siglo XXI, para citar lo actual, los delegados han sido más
que nada operadores políticos de los gobiernos que hemos tenido en estos 18
años, la trayectoria de muchos es más que elocuente y de eso nadie se había
quejado.
ESTADOS
Uno de los voceros del innombrable,
que cubrió la fuente de presidencia durante su gobierno y hoy flamante director
de un diario, parece que olvida en sus editoriales que el presidente que
decretó en 1988 el Programa Nacional de Solidaridad para tratar de mejorar la
calidad de vida de millones de mexicanos en extrema pobreza, fue un ejemplo del
centralismo en este país y del manejo vertical del poder que ahora critica,
además de que el Pronasol fue manejado por delegados que bajaban los recursos a
entidades.
La federación es una asociación
de estados de libres y soberanos que ceden o delegan algunas libertades y
poderes propios al poder federal que, en México, por costumbre virreinal, se ha
excedido en muchos casos de sus atribuciones y todos recordamos como cuando un
gobernador no era de la gracia del presidente en turno, este simplemente lo
removía “democráticamente” obligándolo a pedir licencia y que el congreso local
nombrara un sustituto.
Caso por ejemplo de lo que le
ocurrió a Beteta en el Estado de México, donde el cardenismo arrasó la entidad
e inmediatamente fue sustituido por Ignacio Pichardo Pagaza para darle curso a
su programa de Solidaridad, iniciado precisamente en lo que ahora es Valle de
Chalco, ¿cuál federalismo vivíamos?
Aquí no se mandó delegado,
sino a un nuevo gobernador, lo mismo les ocurrió a otras entidades del país en
diversos gobiernos y hasta a Roberto Madrazo le pidió el presidente en turno
que solicitara licencia en Tabasco y este se negó.
Como el de Atlacomulco sabe
que es el responsable de la debacle de su partido en estas elecciones, no les
ha pedido a sus gobernadores afines que pidan licencia, porque podría ser que
ellos en conjunto le reviren y le pidan que mejor se vaya ya, para no seguir
hundiendo al país con sus corruptelas, impunidad, inseguridad y violencia que
nos afecta a todos los mexicanos.
En el 2000 publiqué un ensayo
titulado “El federalismo Centralizado en México”, porque desde la época
virreinal así se tomaban las decisiones desde el centro del país en la Nueva
España y así se acostumbró seguirlo haciendo después hasta nuestros tiempos,
donde la llegada de la radio y televisión, desde el centro del país, siguió
promoviendo el centralismo en el imaginario colectivo, ya que es común
referirse a lo que no es de la capital, utilizando un término de los gobiernos
centralistas: la “provincia” en lugar de estado, además del uso peyorativo del
término para referirse a los que no somos de la gran ciudad, como “menos
civilizados”: “eres provinciano”.
En México no existen
provincias, solo estados federados con el nombre oficial de “Estados Unidos
Mexicanos”. Provincias en la isla del encanto, donde su capital concentra el
poder y para ver a la familia trasbordamos a la provincia de Holguín, en el
oriente.
DELEGADOS SIGLO XXI
Si revisamos los resultados de
los delegados federales en los tres sexenios de este siglo, no los encontramos
por ningún lado, más que el desorden o la discreción con las que les
permitieron manejarse en los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña
Nieto, quienes hicieron crecer su número y con ello el despilfarro de los
recursos federales, no aportaron a la solución de los conflictos locales porque
ni para eso son buenos operadores.
El despojo de las aguas a los
pueblos Yaquis no lo han resuelto los delegados asignados y así podríamos
enumerar los casos de conflictos sociales suscitados por malas políticas
públicas federales y estatales que los detonan y los obligan a demandar en la
capital del país la solución de estos. Hace falta un verdadero federalismo.
Es tiempo entonces que, en el
ámbito de la competencia de cada nivel de gobierno, primero, se acabe con el
robo de los recursos federales que varios gobernadores hoy indiciados han hecho
y que son del conocimiento de la opinión pública, porque los recursos no llegan
a los programas y menos a los mexicanos que los esperan.
También es necesario que se
cumpla con lo establecido en el párrafo octavo del artículo 134 constitucional
para que los gobernantes en turno no hagan caravana con sombrero ajeno, ya que
la propaganda gubernamental debe ser “institucional, con fines informativos,
educativos o de orientación social. En ningún caso esta propaganda incluirá
nombres, imágenes, voces o símbolos que impliquen promoción personalizada de
cualquier servidor público”
El centralismo de los
gobiernos mexicanos, los latrocinios de los gobernadores, hay muchos ejemplos,
obligan al nuevo gobierno a poner fin a tanto robo en el país y soluciones
inmediatas. ¿O no?
Comentarios a uliseshj@hotmail.com
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