JENARO VILLAMIL ,
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El
reacomodo de los grupos de poder económico y mediático frente a la sucesión
presidencial de 2018 se aceleró en la última mitad del año pasado y el inicio
de éste, profundamente conflictivo para el gobierno de Enrique Peña Nieto y muy
crítico para los grupos mediáticos hegemónicos, especialmente para Televisa y
TV Azteca, el otrora duopolio televisivo mexicano.
La caída del telepresidente ha
sido tan drástica como la misma crisis de las televisoras, especialmente la de
Televisa, la empresa dirigida por Emilio Azcárraga Jean, que desde 2016
atraviesa por la peor crisis de audiencias, de ingresos publicitarios y de contenidos
desde la llegada de Los Cuatro Fantásticos en 1997.
La crisis de TV Azteca no ha
sido menor. Desde finales de 2015, la segunda compañía televisiva redujo
sensiblemente su personal, modificó los formatos de sus contenidos
tradicionales, ha coqueteado con sectores críticos, pero mantiene una línea
informativa apegada al guión oficial, como casi todos los medios electrónicos
concesionados.
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La alianza entre Ricardo
Salinas Pliego y Andrés Manuel López Obrador se concretó con la incorporación
de Esteban Moctezuma, exsecretario de Desarrollo Social y de Gobernación
durante el gobierno de Ernesto Zedillo, y presidente ejecutivo de la Fundación
Azteca, como uno de los cuatro coordinadores del Proyecto Alternativo de Nación
que encabeza el empresario regiomontano Alfonso Romo.
Esteban Moctezuma forma parte
del círculo más cercano y estrecho de Salinas Pliego, un empresario que no
acostumbra dejar ir a sus colaboradores más estrechos, sino que extiende sus
redes y alianzas.
La ruptura entre Salinas
Pliego y Azcárraga Jean se concretó apenas se aprobó la reforma de
telecomunicaciones de este sexenio. La aventura fallida de la fusión de ambas
televisoras en la empresa de telefonía Iusacell generó una multitud de críticas
y un enfrentamiento desgastante y absurdo con América Móvil, del magnate Carlos
Slim.
Desde 2015, tanto TV Azteca
como Televisa han tenido que enfrentar una guerra no por el rating sino por el
acelerado desplazamiento de las plataformas digitales de contenidos hacia la
televisión. Las audiencias más jóvenes han cambiado la pantalla televisiva por
la pantalla del teléfono móvil, y la credibilidad de los noticieros televisivos
se ha ido en picada frente a los sitios digitales y los contenidos en redes
digitales.
El futuro alcanzó a las
televisoras, y su alianza política traducida en sumisión con el gobierno de
Peña Nieto les ha salido más caro que beneficioso.
Quizá esta es la lectura que
ha acompañado esta nueva decisión de Salinas Pliego, el mismo personaje que en
1999 emprendió una clara campaña en contra del gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas
a raíz del asesinato del conductor Paco Stanley, y que en 2001 protagonizó el
escándalo de la invasión al Cerro del Chiquihuite (Canal 40) con el apoyo
explícito del gobierno de Vicente Fox.
Es muy probable que este
movimiento de Salinas Pliego explique el repliegue creciente de Televisa frente
al gobierno de Peña Nieto y la posibilidad de que Azcárraga Jean establezca una
alianza de facto también con Morena.
El retorno de López Obrador a
la pantalla de Televisa en una extensa entrevista con Carlos Loret de Mola, el
desplazamiento de comunicadores “institucionales” como Joaquín López Dóriga,
señalado también por una demanda por presunto intento de extorsión con la
empresaria María Asunción Aramburuzabala, y el nuevo acuerdo de producción y
distribución de contenidos con Univisión, obligarán a la empresa dirigida por
Emilio Azcárraga Jean a reinventarse más allá de su matrimonio por conveniencia
con el peñismo.
El problema no son las
alianzas, sino el riesgo de reproducir el viejo fenómeno de acuerdos corporativos
ajenos al escrutinio público. El riesgo de pagar con favores políticos a futuro
el apoyo mediático del presente.
Pasar del telepresidente Peña
al telecandidato López Obrador no ayuda ni a Morena, ni a las izquierdas, ni a
las televisoras, y menos a la salud de la deliberación pública. A menos que
exista un claro compromiso a favor de la autonomía editorial y política de
ambas partes.
Reproducir la vieja fórmula de
televisoras-candidatos en momentos que el sistema político se va resquebrajando
y que las audiencias han tomado un nuevo, dinámico y complejo protagonismo en
una dinámica acelerada de comunicación digital, es anclarse en el pasado, a
menos que exista una diferenciación clara entre el ámbito de la política y de
los negocios.
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