Carlos Ravelo Galindo, afirma:
“El
país, México, es tierra de oportunidades” les dijo el señor de los pinos ayer a
135 repatriados, aún de la administración Obama. No del werito. Y no se mordió
la lengua. Preguntaron. Por eso, ella,
con intuición femenina. Lógica, pidió tranquila: “Por qué hablar de política
solamente. Tocar poemas, versos, odas que endulcen el ambiente. Sería bálsamo”.
Tuvo,
tiene razón. De vez en vez, le prometí, hacerlo. Hoy comenzamos con algo bello. Y sucesivamente
con más de él. O de otros mexicanos y
extranjeros.
En 1898 el 5 de junio nace Federico García Lorca en Fuente Vaqueros, provincia
de Granada, hijo de Federico García Rodríguez y Vicenta Lorca Romero.
Será el mayor de
cuatro hermanos: Francisco, Concha e Isabel.
1908. Pasa unos meses en Almería, donde comienza sus
estudios. Primeros estudios de música. 1909 se traslada con su
familia a vivir a Granada. 1915-1917 Estudios de Filosofía y
Letras y de Derecho en la Universidad de
Granada. Amistad con el núcleo
intelectual granadino (Melchor Fernández
Almagro, Miguel Pizarro, Manuel Ángeles Ortiz, Ismael G. de la Serna, Angel
Barrios,...).
Viajes de estudios, dirigidos por el catedrático
Martín Domínguez Barrueta, por Andalucía, Castillla y Galicia. Inicia su amistad con el compositor Manuel de
Falla, quien fija su residencia en Granada.
En 1918 publica en
Granada su primer libro “Impresiones y Paisajes”. Escribe algunos poemas que
aparecerán más tarde en su primer libro de versos, Libro de Poemas. Federico García Lorca Granada 1898-1936, en
que lo asesina el dictador Franco.
Romance
Sonámbulo
Verde
que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el
caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata.
Verde
que te quiero verde. Bajo la luna gitana, las cosas la están mirando y ella no
puede mirarlas.
Verde
que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha, vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus
ramas, y el monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias. ¿Pero quién vendrá? ¿Y
por dónde...? Ella sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la
mar amarga. Compadre, quiero
cambiar mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando, desde los puertos de Cabra. Si yo pudiera, mocito, ese trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa.
mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando, desde los puertos de Cabra. Si yo pudiera, mocito, ese trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa.
Compadre,
quiero morir decentemente en mi cama. De acero, si puede ser, con las sábanas
de holanda. ¿No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? Trescientas rosas morenas lleva tu pechera blanca.
Tu sangre
rezuma y huele alrededor de tu faja. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi
casa.
Dejadme
subir al menos hasta las altas barandas, ¡dejadme subir!, dejadme hasta las
verdes barandas. Barandales de la luna por donde retumba el agua.
Ya suben
los dos compadres hacia las altas barandas. Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal, herían la madrugada.
Verde que te quiero verde, verde viento, verdes
ramas. Los dos compadres subieron. El largo viento,
dejaba en la boca un raro gusto de hiel, de menta y de albahaca. ¡Compadre! ¿Dónde está, dime? ¿Dónde está
tu niña amarga? ¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas veces te esperara cara
fresca, negro pelo, en esta verde baranda! Sobre el rostro del aljibe se
mecía la gitana. Verde cama, pelo verde, con ojos de fría plata. Un carámbano
de luna la sostiene sobre el agua. La noche se puso íntima como una pequeña
plaza. Guardias civiles borrachos en la
puerta golpeaban. Verde
que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar. Y el
caballo en la montana. Tu sangre rezuma y huele alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. Dejadme subir al menos hasta
las altas barandas, ¡dejadme subir!, dejadme hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna por donde retumba el agua. Ya suben los dos compadres hacia las altas barandas. Dejando un rastro de
sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de
hojalata. Mil panderos de cristal, herían
la madrugada. Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres
subieron. El largo viento, dejaba en la boca un raro gusto de hiel, de menta y
de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime? ¿Dónde está tu
niña amarga? ¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas veces te esperara cara fresca,
negro pelo, en esta verde baranda! Sobre el rostro del aljibe se mecía la
gitana. Verde cama, pelo verde, con ojos
de fría plata. Un carámbano de luna la sostiene sobre el agua. La noche se puso
íntima como una pequeña plaza. Guardias civiles borrachos en la puerta
golpeaban. Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco
sobre la mar. Y el caballo en la montana. Preguntamos, con candor: “México, país de
oportunidades”:
craveloygalindo@gmail.com