Ante las agresiones, ante la
destrucción misma de la cultura a nombre de Dios o de una religión, admirar la
historia en Córdoba la Sultana, como la llamaron algunos poetas otros dicen que
ni sultana ni mora, con su Mezquita-Catedral en primerísimo lugar, sus puentes,
sus monumentos, sus callejuelas y sus modernas avenidas nos reconcilia con la
humanidad toda.
No podíamos permitirnos en
este viaje propiciado por la literatura en lengua castellana, pasar de largo y
volver a admirar ésta que es una de las más bellas ciudades del mundo.
Aquí no se destruyó nada, es
más, el hombre le ha ganado al paso del tiempo preservando lo más posible este
Patrimonio Cultural de la Humanidad. Aquí armonizan como si fueran páginas de
las bellas artes gráficas, todo lo que nos heredaran romanos, árabes e
ibéricos.
Para crear su gran Catedral no
cometieron el pecado horrendo de destruir la Mezquita, la aprovecharon y ahora
podemos contemplar la armonía que hace igual lo desigual. Lo mismo ocurre con
su gran muro que esconde el barrio de la Judería con la gran avenida que lo
flanquea.
Ni los romanos cuando
llegaron, destruyeron lo construido en la prehistoria, la aprovecharon, lo
mismo ocurrió cuando se hicieron de nueve siglos los árabes y finalmente los
españoles que han sabido conservar esta joya andaluza.
Alguien, o me cuestioné a mí
mismo, por qué no ocurrió en América y en forma particular en nuestro México
con los peninsulares, tampoco hay que ser tan radicales, no lo destruyeron todo
o no los dejó tiempo y en última instancia. es de recordarse el verso de Juan
de Dios Peza: “Crímenes son del tiempo y no de España/ ¡Honor eterno a México,
españoles!/¡Honor eterno a España, mexicanos!”.
Para ubicarnos, Córdoba es la
ciudad capital de Andalucía, situada en una depresión a orillas del
Guadalquivir y al pie de Sierra Morena. Tiene
más de 328 mil habitantes, es la tercera ciudad más grande y poblada de
Andalucía tras Sevilla y Málaga, y la 12 de España.
Después de agotar energías,
caminando por todos lados, solo así se conocen estos imponentes lugares, a cargar baterías con el amontillado del
lugar y los manjares de Don José, Dónde, obvio, en la Judería.