/Adrián Rueda
La delegada sacó sólo 80 mil votos, que no le alcanzarían
para ganar la delegación en 2018.
Cierto que Dione Anguiano ganó 80 por ciento de los
comités vecinales en Iztapalapa con sus planillas, y que si se hablara de una
triunfadora única en la elección del domingo pasado en la zona sería ella.
Se estima que los equipos afines a la jefa delegacional
obtuvieron unos 80 mil votos y que nadie se les pudo acercar siquiera a los
talones.
Pero lo que tendría que ser considerado como un
arrollador triunfo de Anguiano, en realidad podría ser el preámbulo de una gran
derrota, pues para empezar obtuvo tres por ciento menos que la más reciente
elección.
Pero ése no es el dato importante, pues al fin y al cabo
los votantes no siempre están de humor para sufragar. No, lo grave es que la
jefa delegacional no tuvo oposición y que, a pesar de ello, eso fue todo lo que
pudo ganar.
Es decir, los operadores de Morena en realidad ni se
movieron y sus enemigos al interior del PRD se bajaron de la contienda desde
antes, por lo que Dione tuvo vía libre y sólo para eso le alcanzó.
No dejó ganar ni en sus colonias a diputados que en
teoría son sus aliados, como Iván Texta, Rebeca Peralta y Nury Delia Ruiz, por
ejemplo; los aplastó.
Una semana antes, después de haber lloriqueado porque
Dione les echó el caballo delegacional encima y no iban a poder competir, se
habían bajado de la contienda Jesús Valencia, Carlos Augusto Morales y Aleida
Alavez.
Con todo ello la delegada sacó sólo 80 mil votos, que no
le alcanzarían para ganar la delegación en 2018; necesitaría de aliados.
Porque lejos de que esa victoria la legitime, une a todos
en su contra. No porque los haya dejado fuera de la estructura, sino porque el
ejercicio vecinal era una gran oportunidad para un ensayo general ante lo que
les espera en 2018.
Hay que recordar que la de Anguiano no es la fuerza
hegemónica de la delegación y que dentro de dos años le pueden cobrar facturas,
que incluso podrían llevar al PRD a perder la emblemática demarcación.
Otro apachurrón ocurrió en la GAM, donde la dupla del
delegado Víctor Hugo Lobo y la diputada Nora Arias, amos de esas tierras,
aplicaron “zapato” a la oposición, lo que prendió los focos rojos en Morena,
pues El Peje apuesta mucho ahí.
Los morenos se quedaron sin comités ciudadanos ni
consejos de los pueblos, lo que refleja su falta de trabajo territorial. El
PRD, en cambio, puede respirar tranquilo por la suma de votos que la manada de
lobos le puede aportar desde su territorio en 2018.
La diferencia entre Iztapalapa y GAM es que para ganar,
Dione aplastó incluso a sus compañeros y los dejó con una mano adelante y otra
atrás; en GAM Lobo y Nora son hegemónicos, y a los que plancharon fue a los
enemigos, no a los amigos.
CENTAVITOS… Cuando la Sedesol cepilló de su delegación DF
al policía hidalguense Sixto Hoyos, pieza de Miguel Osorio Chong, se pensó que
la dependencia abandonaría el intento por meterse en la CDMX. Pero la llegada
del joven-viejo priista Alfonso Rivera llamó la atención. Exsubdelegado en
Álvaro Obregón con Mónica Burillo en la Regencia de Manuel Camacho, Rivera abandonó
el camachismo para unirse a Luis Donaldo Colosio; luego del magnicidio anduvo
dando tumbos y desapareció. Hoy es revivido por José Antonio Meade —aunque sea
para regalar tamales con los viejitos de la capital— lo que deja claro que en
la Sedesol hay mucho interés por los votos de la CDMX, que, aunque sean pocos
para el PRI, son necesarios para quien anhele llegar a Los Pinos.